Cuando te inscribes a un curso sobre innovación educativa, o cursas la asignatura del mismo nombre en el Máster de Formación del Profesorado, te invaden los documentos con anglicismos y formas alternativas modernas de dar clase.
Los flipped classroom, escape room educativos, la gamificación, design thinking o el thinking based learning son la moda actual. Sin embargo, de todas ellas, hay una que me resulta especialmente curiosa: el learning by doing.
Mi abuelo siempre me dice una frase cuando charlamos sobre el mundo contemporáneo: David, no te líes, que todo está ya inventado. Y aquí me resulta interesante esclarecer según que aspectos para enfrentarme a estas "nuevas" metodologías.
Para todo aquel que ha sentido la curiosidad sobre la Historia de la educación o por la Historia en general, puede apreciar que prácticamente todas las cuestiones que se antojan como modernas tienen un pasado. La materia educativa no es una excepción. Y he aquí el ejemplo de John Dewey, filósofo estadounidense (y calamidad en su etapa como estudiante), que ha pasado a la Historia como uno de los pensadores educativos más reconocidos. Su libro La escuela y la sociedad (1899) plantea cuestiones tales como la necesidad de un educador como guía, la no imposición de conocimientos sino el acompasamiento de la instrucción a través de las inquietudes del educando o el uso de clases prácticas para asentar la información de una forma más profunda.
El learning by doing, por lo tanto, bebe de las aguas de sus reflexiones teóricas, que anteceden en la práctica actual por más de un siglo. Las innovaciones educativas de fondo, por lo tanto, parece que ya están ahí, solo hace falta rastrearlas en el pasado para conocer su uso.
El cambio que estas metodologías suponen es, en general, de forma. Puesto que las herramientas que tenemos en la actualidad superan con creces las que tenían en siglos anteriores y su uso puede conllevar una gran ventaja. No obstante, resulta falaz vender como innovación educativa una praxis llevada a cabo a lo largo de siglos. Ahí radica mi crítica.
Estas prácticas, en definitiva, sería neometodologías. Empleando la frase de José Luis Sampedro, todo lo que lleva el prefijo neo, es muy antiguo. Y esto sucedería con las innovaciones actuales, cuyo fondo no deja de tener un poso con gran peso del pasado.

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